

Panadería "San Francisco"
Amasando pan por tradición familiar
El pan más delicioso de El Morro y sus alrededores brota de un horno de leña. Ese horno desde hace 90 años funciona en la panadería San Francisco que ha pertenecido siempre a una sola familia. Cuando me dieron esa sabrosa información, ni corto ni perezoso fui tras esa historia. Obviamente deseando meterle diente a ese pan que se viene amasando desde 1922. El Morro está a 8 kilómetros de General Villamil, Playas. Visitarlo ahora es llegar a un pueblo casi fantasma. Había leído en Pueblos y paisajes de la provincia del Guayas, de Carlos Alberto Flores, que a inicios del siglo pasado a El Morro llegaban invernantes y excursionistas en busca de un ambiente fresco, alimentos sanos y nutritivos. La mayoría eran familias guayaquileñas que buscaban descanso y por las noches disfrutaban de sanas tertulias.
A El Morro su nombre le viene de su riscoso cerrito que se levanta como un atalaya. Uno de sus atractivos turísticos es la restaurada iglesia de San Jacinto, edificio de fines del siglo XVIII construido en madera incorruptible y techumbre de tejas. Su otra atracción –también religiosa– es la gruta de la Virgen de la Roca que aún pocos turistas y peregrinos visitan. La Virgen está en lo alto del cerro. Pero yo, como buen profano, fui tras el pan. Más que nada.
Tras los moldes de sal y dulce que al mediodía del horno salen calientitos.
TRADICIÓN QUE PERDURA
Tradición familiar que perdura de generación en generación desde 1922.
Bonifacio Consuegra L. (+)
Bonifacio Consuegra Lázaro nació un 5 de junio de 1934, más conocido como Don Bony, de una calida y amplia sonrisa siempre preocupado por el porvenir de su pueblo como de su familia.
Dedicado toda su vida a la Panificación con la diferencia de que su producto es cocido en horno a leña dándole un exquisito sabor a este alimento.


De generación en generación
El sol calcina las calles sin pavimentar y solitarias de El Morro. Un poco antes del mediodía, cuando los moldes aún están en el horno, Wimper Consuegra Parrales –quien desde hace cuatro años está a cargo de la San Francisco–, me cuenta la historia de esa panadería que en 1922 inició Jacinto Lázaro Cuenca, la continuó Francisco, de ahí pasó a mano de su abuela Locadia Lázaro de Consuegra y en 1977, la tomó a cargo su padre, Bonifacio Consuegra Lázaro(+)
Mientras el horno emana calor y un gratísimo aroma de pan invade el ambiente, Consuegra relata que esa casa de madera, caña y techo de tejas que funciona como panadería y vivienda debe tener unos 120 años de construida.
Jacinto Lázaro fue su segundo propietario y que este, antes de dedicarse a la panadería, comenzó haciendo tortillas de maíz.
Una característica de esta familia es que ellos mismos siempre han distribuido el pan que preparan. A Wimper, su padre le ha contado que su tío Francisco iba a lomo de burro y en unos cajones llevaba el pan a Puerto El Morro. Recuerda que a sus a 10 años –cuando aprendió el oficio– ya los recorridos eran en bicicleta, los panes iban dentro de un canasto asentado en la parrilla. Ahora él los distribuye en camioneta.
Eso era cuando la panadería, a más de pan y moldes, ofrecía: roscas, bizcochuelo, moncaiba –galletitas de dulce–, trompadas, quesadilla, pan de leche, palillos que hasta daban de yapa y otras delicias que están volviendo a preparar. “Mi abuela Locadia tenía un libro con las recetas de todos los panes y dulces que se preparaban. Ese libro mi papá lo tiene guardado”, confiesa Wimper como revelando un tesoro que él conoce de memoria porque es el encargado de preparar todas las masas de dulces y panes de la San Francisco.
En la panadería se trabaja casi todo el día. Wimper labora a tiempo completo y es ayudado por su hermano Wilson y su cuñada Victoria Granados. El pan de dulce y sal de la mañana, Wimper empieza a preparar la masa a la una de la mañana. A las cuatro, ya cuando esa masa está fermentada, entra en acción su hermano, quien la enrolla, le da la forma a los panes –50 latas de 20 panes en cada una de ellas, el 80% de sal y el resto de dulce– que venden a 10 centavos. De cuatro a seis, el pan se cocina en el horno y a las seis y media de la mañana “la gente del sector viene a comprar el pan calientito”.
Pero Wimper Consuegra en esa jornada de madrugada también deja preparada la masa de los moldes, –panes grandes que pesan una libra, preparan 50 de dulce y 30 de sal, cada uno cuesta $1 dólar–.
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Extraído de LA REVISTA El Universo